
Debo comenzar con una declaración de principios: el plagio es todo lo que está mal en este mundo.
(Bueno, al menos en el mundo literario y académico).
Estoy absolutamente en contra de tomar ideas ajenas sin dar crédito al autor original y hacerlas pasar por propias. Como correctora, he leído tesis que parecían ser más un ejercicio de copiar y pegar que de argumentación y reflexión.
Por favor, nunca caigan en la tentación de copiar textos pensando que nadie se va a dar cuenta (en el caso, por ejemplo, de textos que no están digitalizados). Por diestros que se consideren en ese arte, siempre -pero siempre- existe la posibilidad de que alguien lo advierta. Y nunca -pero nunca- van a salir bien parados de esa situación.
Si se encuentran muy perdidos con el tema de la redacción, recuerden que pueden recurrir a un profesional (hola, me llamo Ariana y, entre otras cosas, me dedico a eso). Les garantizo que será una excelente inversión y que, posiblemente, aprendan algunos tips para escribir que les serán de ayuda en varias áreas de su vida.
Sin perjuicio de lo expuesto hasta el momento, existe una manera en la que podemos beneficiarnos del plagio. Y consiste en «plagiar» nuestros propios textos, pero dándoles una vuelta de tuerca.
Por supuesto, esta no es una idea nueva y no pretendo plagiar a nadie y atribuirme su creación. Simplemente, quiero contarles las maneras en que la he puesto en práctica (o que tengo en carpeta).
Evitar la duplicación de contenido
Nunca está de más recordar que a Google no le gusta la duplicación de contenido. Por lo tanto, aunque tengamos más de un sitio dedicado a la misma temática -como es mi caso-, evitemos publicar el mismo post en todos. Si nos parece un tema interesante y relevante, modifiquemos factores tales como los títulos, las imágenes, el orden de las frases, etc… En fin, si hay algo que nos caracteriza a los redactores es la habilidad de poder contar lo mismo de mil maneras diferentes (y unas cuantas más también).
Recordar que hay públicos más «visuales» que otros
Si nos dedicamos a escribir, sin duda llegaremos a un público que esté interesado en tener una visión más o menos profunda o desarrollada de un determinado tema. Pero, a la vez, estaremos descuidando a un público con una orientación más visual, que quizá no tiene demasiado tiempo para leer o bien asimila mejor las ideas de esa manera.
Para eso, tenemos una gran herramienta: los sitios o aplicaciones que nos permiten hacer infografías (por ejemplo, el clásico Canva, pero existen muchos otros que se centran específicamente en ellas). Sin necesidad de tener grandes conocimientos de diseño, podemos elegir una plantilla acorde al mensaje que queremos transmitir, sintetizar los puntos fundamentales y personalizar ciertas características.
Por ejemplo, yo podría -y voy a- diseñar una infografía con los puntos más importantes de este texto, que será publicado en el blog de mi sitio web oficial.
Destacar ideas centrales
A veces, el corazón de nuestros textos está en una determinada frase. Amplifiquemos los latidos de ese corazón: diseñemos una linda imagen -para esto también podemos usar Canva– donde esa frase ocupe un lugar destacado. Y compartamos esa imagen en la/s red/es sociales de nuestra preferencia: Instagram, Facebook, Pinterest, Twitter, etc.
Generar videos o podcasts a partir de textos
Está bien: no seremos, ni mucho menos, pioneros. Pero, en determinados campos, la presencia audiovisual no está aún tan explotada -o explorada-, por lo menos en Argentina.
Podemos hacer pequeños videos o, incluso, un podcast a partir de los textos publicados en un blog. De esa manera, también hacemos una síntesis accesible a aquellas personas más inclinadas a dedicar su atención a ese tipo de contenidos.
Es menester recordar que cada tipo de soporte tiene su propio lenguaje, así que no tratemos de hacer un video o un podcast con el texto tal cual fue escrito. Adaptémoslo a ese tipo de presentación, que por lo general requiere de un tono más coloquial y, dependiendo del tipo de contenido de que se trate, intimista.
Yo misma estoy muy tentada de incursionar en esos temas, pero la tecnología de la que dispongo en este momento no me permite hacerlo con la calidad que desearía. Pero, en cuanto disponga de un celular que filme con una calidad alta, y tenga un filtro que me haga aparecer como el clon de Emily Ratajkowski… mejor que el mundo esté preparado, porque me lanzo.
Bueno, ya sé que lo del filtro es imposible: la tecnología avanza, mas no logra esos milagros. Pero, en cuanto renueve el celular, ya verán algún video mío.
Revisar viejos escritos y practicar el storytelling
Si nos ponemos a revisar los archivos de nuestra computadora -o incluso viejos cuadernos- podemos encontrar textos que no se relacionen tan directamente con los temas a los que dedicamos nuestro blog, pero que pueden resultarnos de gran ayuda.
Quizás, a partir de esos textos podemos llegar a los temas de los que nos interesa hablar. ¿Cómo llegar de un punto a otro? Pues a través del storytelling, o el viejo acto de contar historias. Una tradición ancestral que, todavía, sigue teniendo el potencial de cautivar a la audiencia.
Una anécdota personal que hayamos dejado plasmada a manera de catarsis, o temas narrados en algún escrito de ficción (o no) pueden ser el punto de partida para llegar a conclusiones relacionadas, por ejemplo, con la motivación frente a los obstáculos. Un ejemplo en este blog sería la historia del chico del Disco de Chucarro.
A veces, las segundas partes sí son buenas
O terceras, o cuartas. Si revisamos nuestros blogs o nuestros sitios web, es muy probable que existan temas que merezcan la redacción de una nueva entrada, en la que podamos profundizar en los temas allí expuestos.
Y recordá que, si tenés un blog, un sitio web o estás presente en redes sociales y necesitás que alguien te ayude a gestionar los contenidos, me podés pedir un presupuesto a través de la sección «Contacto».