
¿Cuál es el principal recurso de aquellos que trabajamos de manera freelance?
No, no es el dinero.
Tampoco el equipamiento del que dispongamos para realizar nuestro trabajo.
Ni siquiera el talento.
¿Cuál es nuestro principal recurso?
El principal recurso que tenemos y que debemos aprender a gestionar, en caso de que aún no lo hayamos logrado, es el tiempo. Se suele decir que el tiempo es dinero, pero yo diría más bien que el tiempo es valor.
Siguiendo con las preguntas existenciales: ¿cuál es el secreto de la productividad? En esta respuesta, es probable que estemos de acuerdo desde el vamos: la clave para ser productivos no es otra que sentarnos y trabajar. Pero a ese núcleo duro hay que añadirle una capa que lo proteja, lo nutra y logre fortalecerlo. Esa capa está compuesta por el monitoreo, medición y evaluación permanente de las actividades que integran ese núcleo.
Tomando como punto de partida una idea que hoy se encuentra en auge en diversos rubros (y que quienes se dedican de una manera u otra al marketing digital bien conocerán), aquello que no se puede medir, no se puede analizar y, en consecuencia, se torna muy difícil detectar lo que es susceptible de mejoras.
La importancia de poder medir nuestros resultados
De acuerdo a lo que sostienen tanto expertos en fitness como en biohacking, por citar dos áreas de desempeño que a priori poco parecen tener que ver con sentarse a editar un texto, el conocimiento de todo lo que puede sernos de utilidad para mejorar nuestra performance —y los resultados derivados de ella— surge de la medición de las acciones realizadas y del posterior análisis de la información obtenida.
Una de las herramientas que más útil me parece en ese sentido es el clásico cronómetro, que hoy en día es el corazón de diversas aplicaciones orientadas a la gestión del tiempo. Posiblemente varios de los lectores de este texto usen o hayan utilizado alguna de ellas en algún momento. Pero, en caso de que nunca lo hayan hecho, quiero compartir mi experiencia al respecto.
Desde hace unos meses, cuando advertí —con una mano en el corazón y bastante renuencia a hacerlo— que mi propia gestión del tiempo era muy imperfecta y, además, que las horas dedicadas a un determinado trabajo no se equiparaban con el dinero que finalmente recibía como retribución por él, me di cuenta de que debía hacer cambios en mi propia gestión del tiempo y que, para eso, debía saber con la mayor precisión posible dónde estaba parada.
Toggl: una herramienta de gestión del tiempo
Así fue que comencé a utilizar Toggl, un programa —que podemos usar online o instalar en nuestro teléfono— que cronometra el tiempo que le dedicamos a una actividad y es de gran utilidad para obtener mucha información acerca de nuestro manejo de ese recurso y, a la vez, para crear hábitos de trabajo más eficientes. Toggl nos permite, entre otras cosas, evaluar si el tiempo que le dedicamos a un cliente tiene un ROI interesante (es decir, si la retribución recibida compensa y justifica los recursos invertidos), descubrir en qué se fuga ese bien siempre escaso, ayudarnos a nosotros mismos a cumplir un determinado número de horas de trabajo por día (en ese sentido, por ejemplo, la herramienta nos permite trabajar con la modalidad del método Pomodoro), etc. Existen opciones similares: es cuestión de probar hasta encontrar aquella que nos resulte más intuitiva y cómoda para utilizar.
Toggl posee planes de pago que se orientan, entre otras cosas, a ofrecer un servicio de reporting bastante exhaustivo, a través del que la misma herramienta analiza la información cuyo tracking realiza. Pero, si bien entiendo que esto puede ser útil para empresas o profesionales que manejen un gran número de proyectos, mi opinión es que la versión gratuita cubre perfectamente las necesidades de la mayoría de los trabajadores freelance.
Mi experiencia con la gestión del tiempo
En mi caso, durante años fui una rebelde que detestaba la idea de asociar cualquier herramienta de medición al tiempo dedicado a mi trabajo, porque la veía como opuesta a la dimensión creativa que considero una parte constitutiva de mi labor. Pero me di cuenta de que era muy útil medir el tiempo justamente porque, en primer lugar, siempre tuve claro que es lo que más valoro en mi vida. Y, más allá de eso, porque considero que es el capital y el recurso más importante de cualquier trabajador independiente. Y creo que, muchas veces, desperdiciamos el tiempo de una manera en la que jamás lo haríamos con nuestro dinero sin darnos cuenta de que, en ciertos casos, el dinero no vale el precio de las horas que nos costó obtenerlo.
Por eso, hoy en día, mido la duración de todo aquello que forma parte de mis actividades cotidianas (OK, no estrictamente de todo, pero casi), incluso el tiempo que me lleva escribir este post. Y, con esa información, hago evaluaciones periódicas acerca de qué tareas me ofrecen un mejor retorno sobre la inversión (y no estoy hablando exclusivamente en términos materiales).
Dado que este es un tema que me apasiona, lo seguiré desarrollando en futuras entradas, en las que hablaré acerca de recomendaciones prácticas basadas en mi experiencia.
Y, por supuesto, si mientras tanto algún lector quiere compartir su visión al respecto, su aporte será más que bienvenido.
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Foto: Jared Subia – Unsplash